Película anglo-americana del año 1964. El guión se basaba en una obra teatral francesa
presentada en París en 1959, titulada: Becket ou l’Honneur de Dieu, cuyo autor fue
Jean Anouilt. La película se filen Inglaterra en la Shepperton Studios, con escenas
exteriores en Alnwick Castle, Bamburgh Castle kaj Bamburgh Beach en Northumber-
land. Peter O'Toole encarnó el personaje de Enrique II, y Richard Burton el de Becket.
El tema fue el acontecimiento histórico del asesinato del arzobispo Thomas Becket
durante el reinado de Enrique II . A finales del siglo XII, unos 100 años después de la
conquista normanda de Inglaterra (1066), los normandos había abolido la clase
dominante sajona, reemplazándola con una nueva monarquía, aristocracia y jerarquía
clerical. Thomas Becket era un hombre de clase media que inicialmente prosperó en los
círculos de la iglesia con el apoyo de una familia noble. Educado en Londres, París y
Bolonia, era archidiácono de Canterbury cuando Enrique II de Inglaterra lo nombró
canciller en 1154.
La relación de confianza establecida con el monarca le sirvió para ser nombrado
arzobispo de Canterbury en 1162. Pero el que había sido un fiel servidor de la corona en
delicadas misiones políticas y diplomáticas, se convirtió desde entonces en garante de la
independencia de la Iglesia; el conflicto estalló debido a la desaprobación papal de las
Constituciones de Clarendon (1164), por el cual el rey pretendía someter al clero inglés
a la jurisdicción ordinaria.
Cuando estaba en peligro de ser juzgado por su conducta, el arzobispo huyó a Francia;
pero con el apoyo del Papa, que amenazó con sanciones eclesiásticas a Inglaterra,
Tomás llegó a un compromiso de reconciliación con Enrique II, y habiendo recibido
garantías de que no sería perseguido, regresó a Inglaterra y recuperó su arzobispado.
Luego descubrió que durante su ausencia la corona no había respetado sus privilegios
como arzobispo de Canterbury (coronación del príncipe por el arzobispo de York,
apropiación de las posesiones del arzobispo) y reaccionó excomulgando a todos los
involucrados: tres obispos y algunos barones de el rey.
Cuatro de los barones del rey, actuando espontáneamente, o por sugerencia del rey
Enrique, cruzaron de Francia a Canterbury y, en la propia catedral del arzobispo, lo
asesinaron el 29 de diciembre de 1170. Aunque Enrique II aparentemente instigó el
asesinato de su viejo amigo, se puede decir que Becket venció después de muerto, ya
que el rey más tarde retiró las Constituciones de Clarendon y renunció públicamente a
sus pretensiones sobre la Iglesia (1172). Tomás fue declarado santo en 1173 como
mártir de la independencia eclesiástica con relación al poder civil.
La película presenta esa historia de Becket desde su nombramiento como canciller hasta
su muerte. Es una película de buena calidad, con un buen guión y actores famosos, pero
es necesario hacer algunas aclaraciones para aquellos que aprecian la precisión histórica
de lo que se cuenta en la película. Al respecto, conviene aclarar que existen algunas
inexactitudes históricas en la película (en su guión). A veces aparece en la película,
junto con el rey y en discordia con él, su madre, Matilde de Inglaterra, y su esposa,
Leonor de Aquitania, aunque sus nombres nunca se mencionan.
En cuanto a Matilde, la última escena en la que aparece, poco antes del asesinato de
Becket, no es en absoluto históricamente posible porque había muerto en 1167, tres
años antes. Y sus apariciones anteriores, de una época en la que aún vivía, no parecen
posibles porque durante esos últimos años de su vida no vivió en Inglaterra sino en
Normandía. Además, su relación con Becket no fue como muestra la película. Se sabe
que el rey la consultaba sobre asuntos políticos. Matilde estuvo involucrada en intentos
de mediación entre Enrique y Becket cuando ellos estaban en querella. Anteriormente
hostil al nombramiento de Becket, cuando se le pidió una reunión privada en nombre de
Becket para buscar su opinión, se expresó moderadamente sobre el asunto. Explicó que
no estaba de acuerdo con los intentos de su hijo de codificar las costumbres ingleses, a
lo que Becket se oponía, pero también condenó la mala gestión de la Iglesia inglesa y la
terquedad de Becket.
Más inexacta es la imagen que presenta la película sobre Leonor de Aquitania, la
esposa del rey inglés. La verdadera Leonor de Aquitania no se parecía en nada a la
pobre mujer presentada en la película. Ésta presenta una imagen de una mujer débil,
cobarde y gazmoña. Ella era todo lo contrario: siendo 11 años mayor que su marido,
vivió muchos más años después de la muerte de Enrique II, a quien dio a luz varios
hijos. Anteriormente había dado a luz a dos hijas de su primer marido, el rey de Francia,
Luis VII.
En una de las escenas de la película, la reina se queja a Enrique de que la está
maltratando y agrega que se quejará a su padre y a su tío el emperador. Pues bien, la
verdaderamente histórica Leonor de Aquitania no tenía un tío emperador y, además, su
padre había muerto cuando ella era una niña. Además ella no era en absoluto una
gazmoña y ardiente piadosa; sus contemporáneos, especialmente la Iglesia, la
detestaban por su temperamento y forma de vida liberales. Era la musa de los trovadores
de la época y el símbolo viviente e inspirador de la literatura caballeresca. El feminismo
contemporáneo considera a esta reina una pionera medieval de los derechos de las
mujeres. En la etapa final del conflicto entre el rey Enrique y Becket, ella no residía en
Inglaterra sino en su ducado de Aquitania en una situación de separación de hecho con
el rey. Se cree que ella logró la concesión de asilo a Becket en la corte del rey francés,
su exmarido. Por tanto nos encontramos con unos hechos y situaciones históricas reales
completamente diferentes a las que presenta la película. Quizás los guionistas de la
película sacrificaron la verdad histórica a favor de una de las tesis de la película, a saber,
que la amistad del rey con Becket era lo suficientemente fuerte como para contrarrestar
el disgusto de las reinas y los barones.
Pero más grave es la deformación de la verdad histórica que hace la película a favor de
la otra tesis del guión, es decir la santidad de Thomas Becket. Es cierto que no sólo esta
película, sino también la propia Iglesia declaró santo a Becket. Él, ciertamente, fue
asesinado en la forma y las circunstancias que presenta la película. Pero es dudoso que
su muerte pueda ser considerada un martirio y, en cualquier caso, la causa que defendió
no era justa. Considérese, por ejemplo, lo negativamente que se considera ahora el
hecho de que la Iglesia, hasta hace poco, silenció los casos de pedofilia y similares por
parte de clérigos para juzgarlos ella misma y no la autoridad civil, secular. Bueno, esa
injusticia fue defendida por Becket y la Iglesia medieval que lo apoyaba.
La doctrina del Evangelio sobre estos temas es: Dad al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios. Pues bien, la Iglesia, exigiendo privilegios para el clero, se
negaba a darle al César lo que le pertenecía. Por su parte, también los reyes,
asignándose el derecho a elegir obispos (el propio Becket aprovechó esta irregularidad
para convertirse en arzobispo de Canterbury) se apropiaban de lo que pertenecía a Dios.
En verdad, este derecho no debería pertenecer a la jerarquía eclesiástica sino a las
comunidades populares que los obispos debían liderar.
Todos los historiadores de Thomas Becket coinciden en que, tras su nombramiento
como arzobispo, cambió por completo su forma de vida: abandonó su anterior
libertinaje y vivió una vida austera dedicada al la penitencia y la caridad. Pero a la vez
era muy celoso de sus privilegios clericales. La pugna entre las autoridades religiosas y
civiles, con todo tipo de altibajos, se prolongó a lo largo de la Edad Media y más tarde,
de hecho hasta nuestra época, y no faltaron los sangrientos episodios en el
enfrentamiento, pero en la mayoría de los casos ambos poderes. se controlaban a
mismos para evitar una confrontación violenta.
El problema era que tanto Enrique II como Becket, por sus respectivos caracteres, no
eran proclives al compromiso y al acuerdo: eran gente de «todo o nada». Además,
Becket sobreestimó su verdadero poder eclesiástico; se consideraba a mismo más
poderoso de lo que realmente era y exageraba en materia de excomunión. La película
presenta la excomunión de un barón, pero el asunto era mucho más grave: cuando el rey
decidió coronar a su hijo en la catedral de York, Becket, celoso por el desdén a su
arzobispado, excomulgó a tres obispos y amenazó con interdicto a todo el reino. Se
sintió lo suficientemente fuerte y no pensó en absoluto que la reacción pudiera ser tan
violenta: después de su desaparición, el papa y el rey pudieron llegar a una solución
política que no sería posible en absoluto mientras Becket estuviera presente.